Cobratis ha alertado de que 2026 podría convertirse en un año especialmente complejo para la liquidez de miles de compañías, con un repunte significativo del impago de facturas en las operaciones entre empresas (B2B)
La firma, especializada en gestión y recuperación de pagos, sostiene que el aumento de la morosidad no será un fenómeno aislado, sino el resultado de una combinación de factores económicos, financieros y operativos que ya se están acumulando en distintos sectores.
Según la compañía, la tensión no solo afectará a grandes proveedores o a industrias tradicionalmente expuestas al riesgo, sino que golpeará con fuerza a pymes y negocios que trabajan con márgenes ajustados, donde uno o dos impagos relevantes pueden provocar un efecto dominó: retrasos en nóminas, incumplimientos con proveedores, reducción de stock y, en el peor de los casos, cierres.
Un riesgo que se «contagia» a lo largo de la cadena
El impago entre empresas rara vez se queda en un único punto. Cuando un cliente se retrasa, el proveedor suele cubrir el agujero como puede: tirando de crédito, aplazando pagos a terceros o recortando inversión. Pero si la situación se prolonga, el problema se transmite.
Cobratis describe el escenario con una idea clara: «el impago es una crisis de confianza en cadena». En un entorno de incertidumbre, los departamentos financieros tienden a proteger caja, endurecer condiciones, exigir plazos más cortos o reducir límites de crédito comercial. Eso, a su vez, presiona a los compradores, que responden alargando pagos o renegociando condiciones. El resultado final: más fricción, más retrasos y más disputas.
¿Por qué 2026 podría ser el año del salto?
La previsión de Cobratis se apoya en varios vectores que, combinados, elevan el riesgo:
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Coste financiero todavía exigente: cuando la financiación es cara o más restrictiva, aumenta la probabilidad de que las empresas prioricen pagos «críticos» y pospongan el resto.
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Márgenes bajo presión: sectores con competencia intensa (distribución, subcontratación industrial, servicios con precios cerrados) sufren más cuando suben costes o cae la demanda.
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Aumento de insolvencias y reestructuraciones: incluso una subida moderada en concursos, cierres o refinanciaciones termina reflejándose en facturas no cobradas.
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Cambios en hábitos de pago: la normalización de plazos largos en algunas industrias ha creado una cultura de «pago cuando se puede» en lugar de «pago cuando toca».
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Dependencia de pocos clientes: muchos negocios concentran facturación en dos o tres cuentas. Si una de ellas se retrasa, el golpe es inmediato.
En este contexto, la empresa insiste en que no basta con «vender más» para estar a salvo. Si el cobro se deteriora, el crecimiento puede convertirse en un riesgo: más facturación, sí, pero también más exposición a impagos. El cobro de facturas impagadas será una de las prioridades de los negocios españoles el 2026.
Los sectores más expuestos: del suministro al servicio
Cobratis señala que el fenómeno será transversal, pero identifica patrones claros donde el riesgo tiende a concentrarse:
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Construcción y reformas, por su estructura de subcontratas y certificaciones.
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Industria auxiliar y logística, donde los plazos se alargan por negociación de grandes cuentas.
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Distribución y comercio al por mayor, especialmente con rotación alta y márgenes reducidos.
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Servicios profesionales B2B (marketing, consultoría, IT), donde a menudo el cobro se complica por disputas sobre alcance, entregables o validaciones internas.
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Hostelería y eventos en el ámbito corporativo, sensibles a recortes presupuestarios y cambios de calendario.
La firma advierte de que, en muchos casos, el impago no llega de golpe: empieza como un retraso «puntual», sigue con una promesa de pago incumplida, y termina en silencio o en una cadena de excusas. Por eso, sostienen, la clave está en detectar señales tempranas.





